El destierro del renovador
Sergio Massa subido al barco del éxito y degustando el poder sufrió una naupatía de la que nunca pudo recuperarse.
Un relato ínfimo sobre la petulancia y necedad en la política.
Escribe: Rosendo Pío Gabino
La arrogancia lo devoró de un solo bocado. Para él los sucesos del año 2013 serían indeformables, sin caducidad. Aquella vez desafió a la reina y ganó un peldaño. Se sintió poderoso, imparable, el príncipe que pronto sería amo y rey. Anunció el fin de una era y el comienzo de la suya. Presuroso, quiso enterrar a la déspota. La describía a semejanza de la Reina de Corazones, la decapitadora serial que Alicia supo descubrir en sus aventuras. Lo paradójico, es que tiempo atrás, él, había sido uno de sus naipes preferidos. Sin embargo, dejó de ser súbdito, y se postuló para soberano.
Como el mejor hechicero logró que todos hablen de él. Se volvió omnipresente.
Como sacerdote, públicamente, dio la extrema unción a la reina condenada. Exhibía exultante la preparación de la fosa. Diseñó la escena final donde los arreglos florales y las velas matizaban con los vitrales. El marco fúnebre estaba dado. Todo estaba en marcha. Solo era cuestión de tiempo para darle santa sepultura a la reina infame que pretendía perpetuidad. Él nunca había tenido tanta popularidad.
La gloria conseguida se venció pronto. Los vuelcos del destino lo pasaron de sepulturero a sepultado. No hubo estado medio.
Durante los últimos tres años solo aportó confusión a propios y extraños. En un goteo constante sus correligionarios lo fueron abandonando. Esto consolidó su desorientación ideológica y política de la que nunca supo salir. Por eso, pasó a ser conocido como el jefe del partido con conflictos de identidad y socios temporales. A eso quedó reducido Sergio Massa.
Curriculum Vitae
Su trajín en la política comenzó en los albores noventistas. Su génesis fue la UCeDé de Álvaro Alsogaray. En ese partido llegó a ser presidente por la Provincia de Buenos Aires.
Promediando la última década del siglo XX el partido de “Alvarito” se fusionó con el Justicialismo. En la presidencia del “caudillo riojano” Don Sergio se desempeñó en la Subsecretaría del Ministerio del Interior. Cómo casi todos, cuando se le pregunta por esta etapa de su vida sufre de una amnesia profunda.
Los otros cargos que ocupó en la administración pública fueron: diputado provincial y nacional por Buenos Aires. Director Ejecutivo de la Anses, Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación de la “Reina de Corazones” y Alcalde de Tigre, su lugar en el mundo.
La derrota del 15
Sergio saltó a la fama como el frenético impulsor de las cámaras de seguridad. Con este “single“ mostró a su condado en aparente orden. Limpio y homogéneo. Un modelo de exportación para el resto del país. No obstante, en la perla del delta conviven los fastuosos barrios flotantes, la diversión y la carencia; una verdadera ciudad cosmopolita. Todo, bajo la atenta mirada del hermano mayor, como escribió George Orwell en su obra 1984.
Su propuesta de campaña giró en torno a la inseguridad. Planteó librar una batalla total contra el delito y el narcotráfico al estilo mexicano. Balas, sangre y fuego. A viva voz pidió desempolvar y encender los tanques. Las villas serían arrasadas emulando a las Blitzkrieg alemanas.
¡Qué vuelva el servicio militar y se baje la edad de imputabilidad a 14 años!” vociferó la blonda y millonaria conductora de largas estadías en Miami y Punta del Este. Sergio consiente el pedido, lo reproduce y amplifica.
Hizo de la ancha avenida del medio su camino. Esa postura generó caos interno y externo de tránsito. Lo demoró y dejó rezagado. Las ambigüedades se pagan caro, especialmente, en Argentina.
Obtuvo un magro resultado en la PASO. Un lejano tercer puesto que lo sacó rápido de la cancha, consumido, por la polarización de los extremos. La estrategia a futuro no estaría falta de nubosidad.
La derrota del 17 ¿Y el exilio?
Sergio, vencido, pero expectante, se entregó de lleno a su verdugo. Dócil aceptó el viaje a Davos donde fue exhibido como el caniche del presidente. Está jugada, parte de la guerra psicológica puesta en marcha por el Rasputín de Cambiemos Jaime Durán Barba lo disecó. Le aportó más confusión. Sufrió una nueva crisis de identidad.
El Frente Renovador (¿De lo viejo?) continuó por la senda del tuerto. Ojo crítico, mordaz, de sentencia inapelable para todo lo que roce a la Reina de Corazones resucitada. Moderación y oposición responsable con el partido amarillo. Criterio de eje desplazable.
La estrategia fue aliarse con Margarita, una de las chicas superpoderosas, junto a Elisa y la “hormiguita” Graciela. Las heroínas de la república que viven del estado desde tiempos inmemoriales.
La líder del GEN guarda un pasado contradictorio respecto al discurso actual. Había votado a favor de la flexibilización laboral durante el gobierno de la Alianza, la famosa ley Banelco. Hoy en metamorfosis kasfkiana se opone a la reforma 2018. Se autoproclama “progresista”.
Stolbizer siempre obtuvo números rojos a la hora de cosechar votos como candidata a presidente. Por este motivo, la única explicación para entender el pacto que cristalizó la coalición un 1País es que Massa necesitaba “limpiar” su pasado Kirchnerista. Como Mauricio tiene a Elisa, Sergio tiene a Margarita. Las enemistadas guardianas anticorrupción.
Las legislativas de octubre dejaron al líder renovador con mal promedio, peleando el descenso. La caída fue brutal. No pudo retener los números de las PASO.
El golpe fue tan devastador que solo el silencio lo acogió. Retirado de los micrófonos ya es considerado un paria político.
A futuro, la única certeza es que no tiene cargo para la palestra. Tendrá el enorme desafió que nadie pudo superar: volver a disputar el poder de élite desde un destierro absoluto. Cautivo en su propia isla de Elba.